lunes, 11 de septiembre de 2023

Luis Abrego

Luis Abrego | Fotografía: Camila Toledo.


Luis Abrego, nació en Mendoza en 1966. Escritor y periodista. Es licenciado en Comunicación 
Social y profesor titular en esa carrera de la Universidad Nacional de Cuyo. Fue uno de los fundadores, junto a Teny Alós, Patricia Rodón, Rubén Valle y Carlos Vallejo, del grupo Las Malas Lenguas con el que realizaron numerosas presentaciones de distintos poetas durante los años 90. Ha editado Letanía beat, de editorial Diógenes, poemario con prólogo de Andrés Calamaro (1998). Está incluido en la antología El insulto, testimonio de 39 escritores de Mendoza (1991) y ¿Pena de muerte? (1992), ambos de Ediciones de la Sopaipilla. Participa del libro Mitos y leyendas cuyanos, de Editorial Alfaguara (1998). Tiene aún inédito La estafa del deseo y (Sic) Actriz. Como periodista ha trabajado en diversos medios de comunicación de Mendoza y ha realizado diversas coberturas en el país y el exterior.


ATENTADO

Perder la ilusión.
Palpar la aspereza de las cosas.
Robar un siglo como un banco,
o animarse a desentrañar 
El espacio que queda libre
entre los escombros.
Después del polvo,
y con el cuerpo impregnado en vapor,
alzar la frente.
Cazar un instante.
Que se sabe,
no será eterno.
En el fondo,
todo es maldita imaginería,
tedio
o simple pérdida de tiempo.
Nadie se ata con su propia cuerda.
Ni aún el más idiota de los suicidas.
Siempre nos empuja la desazón del abandono.
La extraña apariencia que asume la salvación.
Apenas si sentimos
que la vida pasa a nuestro lado:
ladina, esquiva, malhumorada.
Tiempo al tiempo.
Marea tras marea,
la luz se hace vértigo
y nadie paga lo que no hicimos.
Los cielos se desploman como un edificio bombardeado
cuando conversamos con nosotros mismos.
Nadie sale indemne,
ni siquiera nuestra alma.
Esa vieja conocida que nos atormenta
cada vez que abrimos los ojos.
Cada día tiene su esquirla,
y el futuro
es trotyl en nuestras sucias manos.


BICENTENARIO

Tuvimos todo el éxito que se le puede pedir al fracaso.
Tuvimos todo, en exceso: las salidas de emergencia,
los envases descartables y el vino adulterado.
Tuvimos milagritos.
Mil, a gritos.
Tuvimos ese muelle que se hacía tormenta
allá en el extremo.
Tuvimos sociedades anónimas,
servicios sociales,
correos argentinos y gases del Estado.
Tuvimos la patraña de los próceres.
El festín de los que no toleran más ser olvidados.
Tuvimos la razón de los insanos
y la fuerza que sólo se le atribuye a los enclenques.
Tuvimos hojarasca, barbitúricos
y el pelaje que perdió el caballo de Troya.
Tuvimos sociedades de fomento 
y damas de beneficencia.
Tuvimos un par de guerras
(sólo por amor).
Tuvimos víctimas, plagas y tragedias.
Nada que dios no borre con sus ojos en un abrir y cerrar.
Tuvimos cruces con el diablo y romances con sus hijas.
Tuvimos la sed que produce la distancia,
el enorme Zonda que es mi boca sin tu beso.
Tuvimos medianeras para medir nuestra mediocridad.
Relojes especiales para perder el tiempo.
Balanzas que pesan bolsas de plumas
Y un artefacto extraño que mide los miedos
llamado simplemente “misterio”.
Tuvimos bandas de músicos, artistas en gira,
domadores del instinto indomable.
Tuvimos campos de flores, pequeñas osadías,
el riesgo de la melancolía.
Tuvimos carteles de publicidad,
compra y venta de autos,
libretas de salubridad.
Tuvimos el vértigo en las mejillas, la falsa dicha de la felicidad.
Tuvimos el rastro, la intuición, la confianza,
la clara certeza del corazón.
Tuvimos abusos, sueños escasos,
el diamante que atrasa hasta ser carbón.
Tuvimos esperas, demoras, traiciones.
Tuvimos la palma cerrada, la boca cosida,
el espanto de la imaginación

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